lunes, 26 de julio de 2010

La idealización, los amigos y otras yerbas...

Esta semana se produjo un acontecimiento que se repite año a año. Este suceso era para mí en un principio muy (y resalto el “muy”) importante. Sin embargo, el tiempo fue erosionando ese sentimiento y hoy en día es un suceso más, sin importancia, hasta me atrevería a decir que es bastante frívolo como lo es el día del amigo. Todos los veinte de julio se festeja el día de la relación más extraña que puede tener el ser humano: la amistad. Pero, ¿Qué es eso de la amistad? Durante mucho tiempo se han escrito muchos textos, canciones, poemas, sonetos, odas, y todo lo que se les ocurra, acerca de este ¿sentimiento? Como toda buena sensación es difícil poder explicarla. Mi experiencia en tema de amistades es muy ambigua. Siempre creí que el amigo era ese compañero de aventuras dispuesto a hacer lo que sea por el otro. Una especie de idealización de lo que es en realidad, o por lo menos en lo que se convirtió hoy en día. Creo firmemente, y lo digo por experiencia propia, que el concepto de amistad se va transformando, mutando, convirtiendo (y cualquier otro sinónimo que imaginen en torno al término “cambio”) con el paso del tiempo. ¿o será que soy muy inocente en torno a este tema?
Cuando era chica los amigos conformaban el centro de mi mundo. Eran una necesidad. Jugábamos, bailábamos, compartíamos charlas acerca de los dibujitos que vimos el día anterior o de los videojuegos nuevos en el mercado. Eran épocas felices que marcaron mi infancia. El problema surgió cuando me cambié de colegio. Aquellas personas que eran todo para mí me dieron la espalda. La relación se empezó a perder. Me sentí mal en un primer momento pero como había conseguido un grupo de amigas en la secundaria no me afectó demasiado. En esta etapa entre la pre adolescencia/adolescencia comenzó el idilio de amistad nuevamente. Tenía dos mejores amigas con las que compartíamos todo. Éramos una sola. Era impresionante. Sabíamos todo de la otra: los gestos, las manías y locuras, los chistes, los gustos, los relatos sobre chicos. También fueron épocas hermosas que me dejaron recuerdos muy felices. Es en esos momentos donde uno piensa en que la amistad va a ser para siempre, cuando uno piensa en todas las cosas que aún faltan por compartir, imaginando que con el paso del tiempo esa unión que nos mantenía juntas iba a fortalecerse cada vez más y que, por último, íbamos a terminar todas juntas dándoles de comer a las palomas sentadas en el banco de la plaza, charlando sobre nuestros nietos y sobre las viejas épocas. Supongo que idealicé demasiado. Me rio al pensar en estas cosas. Me rio por no llorar (aunque sea una frase hecha). Al terminar el secundario, a diferencia de lo que me había pasado en la primaria, la amistad siguió aunque no todas seguíamos las mismas carreras. Por mi parte, en el cbc conocí gente maravillosa, aunque otra no tanto, que me hizo sentir la mujer más feliz del mundo. Me sentía rodeada de amigos, de gente que estaba ahí para apoyarme en momentos difíciles, con la que nos divertíamos, filosofábamos, salíamos. Había armado un grupo de hermanos más que de amigos. Sin embargo toda esta alegría duró poco. No sé si es porque la gente cambia o es porque uno deja de idealizar, como pasa cuando uno se enamora. Idealiza al otro como un ser cuasi perfecto o perfecto del todo. No hay nada de negativo en él. Pero después de un tiempo esa pared cae y se empieza a conocer a ese otro que era ¿ideal?¿perfecto? Fue lo que me pasó con muchas amistades que dejaron de serlo.
Hoy en día soy muy cuidadosa con la gente que elijo como “amiga”. Como dice el dicho “El que se quema con leche ve una vaca y llora”. Así me pasó. Me quemé. Y muchas veces. Soy cautelosa y me cuesta ser de este modo. Debo reconocer que siempre me gustó hacer amistades. Tampoco me cuesta hacerlo. Sólo que ahora tengo cuidado.

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